jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo Final (XXI)



Cuando entré en la habitación quinientos ocho de aquel hospital Natanael ya estaba preparado para su traslado, una sabana lo cubría por completo, una tenue luz lo iluminaba, lo miré, tenía el rostro pálido pero lleno de paz, en sus labios una mueca como de sonrisa. Una extraña y agradable fragancia llegó hasta mi, traté de buscar de dónde provenía, entonces encontré una cajita encima de la mesilla de noche, a pesar de los años que llevaba con mi tío, cuidándolo, jamás había visto esa cajita, aun que sí creía recordar que la hubiera mencionado en alguna de sus anécdotas, la abrí, dentro sólo había dos alianzas de oro atadas con un pequeño pañuelo, unos pétalos de rosa secos, un papel con una poesía y una foto antigua de mi tío Natanael en Barcelona con una mujer… ¿Claudia?
    “¿Qué es eso hijo” dijo Sofía, mi madre, al entrar en la habitación “No lo sé, lo acabo de ver, supongo que era del tío” mi madre se acercó y tomó la caja, cuando la abrió y vio lo que había dentro su cara se llenó de asombro, tomó la poesía y la leyó:

“Como escapan las notas de la guitarra
Como huye la nieve del sol
Como corren los ríos sus aguas
Como el color, el olor de una flor

Que el recuerdo reavive tu llama
Que el recuerdo ahora sea tu voz
Que el recuerdo recuerde tus ojos
Que el recuerdo sea esta canción

En la noche, serena, tranquila
En la oscura luz del adiós
Se cerraron tus ojos al mundo
Se apagó para siempre tu voz
Sueñas el sueño profundo
Descansas ya tu dolor

Que el recuerdo reavive tu llama
Que el recuerdo ahora sea tu voz
Que el recuerdo recuerde tus ojos
Que el recuerdo sea esta canción

Y pasó el tiempo marcado
Llego el día y su adiós
Y tocó decirse hasta luego
Y tocó silenciar el dolor

Que el recuerdo reavive tu llama
Que el recuerdo ahora sea tu voz
Que el recuerdo recuerde tus ojos
Que el recuerdo sea esta canción

El tiempo sigue pasando
Y el tiempo nos sigue acercando
Que tu huida no fue para siempre
Que se que me estás esperando

Que el recuerdo reavive tu llama
Que el recuerdo ahora sea tu voz
Que el recuerdo recuerde tus ojos
Que el recuerdo sea esta canción”


 me miró y a continuación se acercó a la cama donde yacía mi tío, y destapando la sabana, se acercó a él, lo besó, y le dijo “Todo este tiempo lo has estado guardando, siempre has vivido para esto, nunca dejaste de amarla, aún en su lejanía tú siempre supiste contemplarla más allá, aún en su aparente ausencia siempre has vivido en su presencia, junto a ella, por ella, para ella, en ella. Así es como siempre has sido calladamente, oculto en lo profundo de tu corazón, ahora ya estáis juntos, ahora comprendo todo. Que no viviste sin amor, sino que has vivido del amor, que nunca viviste solo. Gracias  Natanael, gracias” miré a mi madre algo asombrado, en su voz podía intuir que algo había de especial en todo aquello, de sus ojos caían unas leves lágrimas, me acerqué a ella en busca de respuesta a mi curiosidad “mamá, ¿quién es la chica que está con el tío en la foto?” mi madre miró la foto, al ver a la mujer se le dibujó una sonrisa “la tía Claudia hijo, la tía Claudia” la respuesta me desconcertó por completo “¿la tía Claudia? Pero si el tío no llegó a casarse…”-“lo sé, pero en su corazón siempre estuvo ella, si no se casó nunca es porque la amaba, en vida él era su viudo, en su corazón él siempre fue su esposo…”-“disculpen pero nos tenemos que llevar ya el cuerpo” dijo el auxiliar de enfermería a mi madre “sí, sí, sin problema, hagan lo que deban” y se lo llevaron.




***

   El entierro de Natanael fue sencillo. A pesar de ser un entierro no resultó triste, no al menos para quienes mejor lo conocíamos, una brisa suave nos acompañó todo el tiempo y una nube cubría el abrasador sol de aquel luminoso día agosto, las campanas de la iglesia del pueblo tocaron las once y a lo lejos, desde el cementerio, se veía quieto el lago, el eterno lago.