jueves, 4 de octubre de 2012

Todavía Un Poco Más (VII)


Aquella tarde volvió más temprano que de costumbre, llegaba con las manos frías y el paraguas chorreando, en su cara se podía leer el cansancio de un día de trabajo, y en sus ojos la duda y la angustia de seguir esperando algo que no alcanzaba a comprender y que temía y anhelaba al mismo tiempo. Tomó su paraguas y lo dejó en la terracita de la pequeña cocina, abierto para que escurriera, y se fue hacía su habitación, al fondo del pasillo, a cambiarse de ropa. Cuando salió hizo algo de lo que hasta ahora no me había dado cuenta: miró dos veces tras de sí, al baúl donde me vio por última vez, antes de salir y apagó la luz. Se sentó en el sillón y puso música para descansar. Allí, sentado en su sillón, con la luz  baja, se quedaba transpuesto unos momentos, algunos días daba alguna cabezada antes de ponerse a preparar la cena, y otras veces, sencillamente, descargaba su mente de asuntos laborales y viajaba a lugares donde los teléfonos no sonasen, los coches no pitaran… era en esos momentos cuando yo, vestida de invisibilidad, sin darme a sentir en modo alguno, me acercaba a él y lo conocía. Exploraba su mente, viajaba a través de su subconsciente... En alguna ocasión sí pudo intuirme, pero nunca llegó a estar seguro de si estaba o no en su salón, observándole… De su mente salían miles de ideas y pensamientos. En sus recuerdos podía ver caras, oír voces y conversaciones de hacía tiempo, las cuales aún seguían ahí. Podía intuir sus deseos y, de su subconsciente, de la parte más honda y oculta del hombre, podía descubrir su deseo de volver a verme, de poder conocerme y estrecharme entre sus brazos… En esos momentos era capaz de navegar por sus sueños más ocultos y ver allí sus miedos y temores… “qué débil es el ser humano, qué vulnerable es ante quien no tiene secretos, qué maleable es ante quien lo conoce… y qué miserable tantas veces ante quien no quiere que se vaya… vendidos a quien, de él lo más mínimo conoce, cuando ni ellos mismos saben quienes son… atados a otros por lazos de afecto que no siempre son lo que parecen y que, en tantas ocasiones, son de frágil condición que se rompen rápido y todo por no sufrir… y no ven que el sufrimiento es algo que va ligado a su propio ser, que al final, todas las ataduras que emprenden por vivir, son las que se le vuelven en su contra y lo obligan a aprender a sobrevivir…”estas cosas  pensaba mientras, poco a poco, iba indagando más y más en su pobre humanidad. Sabía lo mucho que ansiaba volver a verme, sabía que necesitaba de mi, sabía que vagaba sin rumbo en mi busca, pero aún no me iba a presentar, aún era pronto, iba a seguir tejiendo en rededor de él una fina pero firme red, como la araña teje su tela y espera paciente que su presa caiga… todavía un poco más…


No hay comentarios:

Publicar un comentario