La mañana era fría aunque soleada, el año nuevo
había empezado con el mismo frío intenso con que el viejo se fue, pero un año
más este frío día llegaba cargado de ilusiones proyectos y esperanzas. Madrid
estaba casi desierta por completo aun a estas horas, solo los trabajadores de
la limpieza pululaban de un lado para otro con sus escobas, carros, palas y
vehículos limpiadores. En las cafeterías los pocos clientes veían los saltos de
ski mientras desayunaban chocolate caliente con churros, alguno aun llevaba la
ropa de fiesta que había usado en la noche anterior, y en sus caras se podía
leer el cansancio de una noche de fiesta desenfrenada. Cuando por fin llegué al
portal vi el coche de Natanael aparcado en la puerta, el ruido del ventilador
aun se oía, por lo que supuse que no hacía mucho que había llegado del pueblo,
pues allí era donde él pasaba estas fechas con su familia. “¿Qué haces aquí a
estas horas?” fue lo primero que dije al salir del ascensor y encontrarme a
Natanael en el descansillo pulsando el timbre de mi puerta “No... nada, sólo
quería saber qué tal has pasado estos días, como no tenías así mucho plan...”
dijo él algo cortado, por lo que deduje que en verdad quería pedirme algo, pues
ya nos conocíamos “Bien, la verdead es que bien, al final me fui con unas
amigas y con mi prima a una fiesta en casa de su novio, interesante, ya sabes
que a mi las macro fiestas no me van muchos, pero esto ha sido en plan
tranquilito, muy bien” dije yo como con tono de indiferencia, dándole a
entender que no había sido gran cosas pero que al menos no me quedé sola en
casa toda la noche “¡Ah!, pues bien entonces, yo ya sabes, en el pueblo, muy
bien, con mis sobrinos no he tenido tiempo de aburrirme, vengo con agujetas de
jugar con ellos en la nieve, son terribles, y con mis hermanos muy bien” en su
voz pude intuir la tranquilidad y la felicidad que le hacía estar con su
familia, pero también la pena por algo que no comprendía “ Y bueno dime
¿querías algo más?” dije yo un poco imperante para que se diera prisa, ya que
el sueño me vencía, “No nada mas... bueno sí, si te apetecería que fuésemos hoy
a comer por ahí o algo...” dejó caer como si fuera algo que se le acabase de
ocurrir “ Pues ya veremos porque yo hoy no he dormido y mañana a trabajar otra
vez, además tengo sobras de la cena de ayer aun por aquí, es que este año ha
tocado la cena en mi casa, pero si quieres luego te puedes pasar y tomamos algo
de café, turrón y de más cosillas ¿qué me dices?” dije yo, ya entre bostezos,
“Vale Claudia si no quieres no pasa nada, ya otro día quedamos” dijo el
Natanael con desilusión, “No es eso, anda no te pongas así, es que estoy
muerta de sueño, y ya sabes que yo si no descanso soy muy borde, en serio,
pásate luego y hablamos, anda, me voy a dormir, hasta luego”.
***
Cuando entré en casa un escalo frío
me recorrió el cuerpo, no sé si debido al frío generalizado de mi salón, que
había pasado sin calefacción toda la semana anterior, o al hecho de volver a
esa casa de colores cálidos en la que la soledad me devoraba desde aquel día en
que la sentí por primera vez. Puse la calefacción en marcha y me fui a la
habitación para deshacer el poco equipaje que había llevado a casa de mis
padres. Sobre el baúl de mi habitación nada, la misma nada que lo envolvía
todo, y en mi corazón, una vez más, el profundo deseo de volver a verla, a
pesar de no saber aún qué o quién era, ni por qué había decido venir a mí.
Después de ponerme algo de ropa cómoda me puse hacer limpieza, no es que
hubiera mucho que limpiar, pero tras una semana fuera el polvo se dejaba entre
ver en las estanterías y demás muebles. Aproveché que me ponía a hacer limpieza
para reordenar mis cajones y hacer hueco para los regalos de reyes, acabado
todo esto me senté a leer en una de las mecedoras que había junto a la mesita
de bambú, puse un poco de incienso en el quemador y música, al final caí en los
brazos de Morfeo y me quedé dormido. “Sí dígame” el sonido del teléfono me
despertó de un sobresalto, eran ya las doce de la mañana, “Sí mamá ya he
llegado, sí, lo sé lo siento, se me pasó llamarte, es que cuando llegué me puse
a hacer cosillas y ya sabes que yo la cabeza la tengo en todas partes menos
encima de los hombros, sí mamá sí, no el móvil está en la habitación, ¿qué como
es que no lo he oído? Por que me puse a leer en el salón y me quedé dormido,
¿Lucas y los niños llegaron bien? Bueno ya sabes como es Lucas, seguro que el
viaje no ha sido para tanto ¿Lucia y Sofía? ¡Ah! Que han ido a ver a los
abuelos, pues entonces ahora los llamo y me voy a comer con ellos, aún que he
quedado con Claudia para tomar café, pero me dará tiempo, vale mamá, un beso,
sí otro para papá, adiós” Después de colgar el teléfono llamé a mi hermana
Sofía quien me confirmó que estaban en casa de mis abuelos, le dije que me
esperasen que en una media hora estaría allí y me marché. Antes de salir me
pasé por la casa de Claudia y le dejé una nota por debajo de la puerta
diciéndole donde estaba y que sobre las siete nos veríamos, que si necesitaba
algo llevaba el móvil, y me fui. Las calles estaban desiertas, al igual que las
carreteras, por lo que tardé poco en llegar a casa de mis abuelos, cuando
llegué ya tenían todo y estaban a la mesa, mi abuelo, en broma como de
costumbre, me regañó por no haber avisado antes, y mi abuela salió en defensa
mía. Mis abuelos nos estuvieron contando sus navidades, este año se habían ido
a pasarlas a Granada, pues tenía un tía que vivía allí, decían que allí no hace
tanto frío como aquí y que Navidad sin frío no es Navidad, pero que muy bien,
que fueron a visitar la
Alhambra... “Bueno familia, he de marcharme que he quedado
para tomar café y a este paso llego tarde” en ese momento mis hermanas
empezaron a reírse y a hacer comentarios entre sí, consiguiendo lo que
querían “¿Qué pasa qué tienes novia?” dijo mi abuela, en respuesta a las risas
de mis hermanas “No abuela no, no hagas caso a estas dos que son unas liantas,
he quedado con Claudia, ¿te acuerdas de ella?” “¡Ah! Sí, ya se quien es, esa
chica que es vecina tuya, ya, ¿pero con esa ya estuviste no?” dijo mi abuela
dando a entender que segundas partes nunca fueron buenas “Sí, pero no hay nada,
sólo somos amigos y vamos a tomar café” mis hermanas, cómplices como siempre,
seguían con sus risitas “Anda vete ya que eres un pesado” dijo mi abuelo “Ya me
voy ya, no te enfades” “Si no me enfado, pero es que al final llegas tarde como
a todo, que el día que te cases va haber que empezar sin ti” la risotada fue
general, desde luego, cómo me conocía mi abuelo “si es que me liáis, me liáis y
al final pues no me voy” dije yo excusándome “Que no hables más y te vayas que
no llegas” dijo mi hermana Lucía, que estaba sentada en el suelo. Me despedí de
todos y me fui. A mitad de camino ya estaba llamándome Claudia al teléfono
móvil, me disculpé contándole lo que me había pasado en casa de mis abuelos y
“No, si tú siempre igual hijo, te lías con lo que sea, anda que, qué razón
tiene tu abuelo, el día que te cases... anda vente para acá” y colgó.
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