La nieve caía
lentamente sobre el alféizar de la ventana de la habitación grande del segundo
piso. Mis sobrinos dormían placidos tras la larga noche y todo el día
anterior, el viaje… yo sin embargo seguía despierto, me costó mucho dormir
aquella noche, luego tuve un sueño poco profundo e intranquilo, y después,
sobre las seis de la mañana nuevamente, me desperté y ya no conseguí dormir
mas, pero esto era un hecho al cual me estaba acostumbrando últimamente. Sí, no
podía parar de pensar, de recordar, de imaginar como serían hoy las cosas si
Claudia y yo aun fuésemos novios. Aun recuerdo como la conocí, la verdad es que
fue de una manera un tanto absurda, pero al final fue a resultar la mejor amiga
que uno pueda tener. Durante muchos años trabajamos en el mismo edificio de
oficinas sin saberlo, pero lo más curioso aun es que durante muchos años
vivimos en el mismo edificio de viviendas sin tampoco saberlo, eso es algo muy
común en Madrid, al cabo del día ves tanta gente que no siempre sabes a quien tienes
a tu lado. Durante cinco años viví en un pisito alquilado, el cual no estaba
nada mal, dos habitaciones, un cuarto de baño, salón independiente, cocina…
toda ella a estrenar y con posibilidad de compra. Durante cinco años viví allí,
en mi pequeña casa de las afueras de Madrid, de alquiler. Pasados los cinco
años decidí comprar la casa y hacer un poco de reforma, pinté el salón de color
ocre y lo adorné con las más inusuales cosas que me había traído de mis viajes
por el mundo, en la entrada al salón quité la puerta y puse una cortina hecha a
mano de lana de llama, la cual resultaba muy áspera al tacto pero allí quedaba
perfecta, puse unos silloncitos como de mimbre con almohadones y dos
mecedoras de parecido material muy cómodas y que rodeaban una pequeña mesa de
bambú decorada con una hermosa marquetería cuyo motivo era un hermoso atardecer
en un bello paraje montañoso muy elaborado. Bajo la mesa de bambú puse unos
cojincitos que compré en Granada de tipo árabes, y encima de la mesa, a un lado
para que se viera el dibujo, una cachimba de tabaco de palma que me trajo mi
amiga Ana de su viaje a Túnez. Las paredes de la habitación las pinté de color
azul agua marina y el techo lo pinté de azul oscuro con motivos estelares,
constelaciones y de mas, una cama de madera de estilo arcaico que me traje del
pueblo ocupaba en centro y el fondo de la habitación, y a sus pies puse un
baulcito también antiguo y que yo mismo restauré, pues estaba mugriento en el
desván de la iglesia del pueblo y el cura lo iba a tirar. La puerta de la
cocina la cambié por una que ocupase menos espacio, y planté en su lugar una al
estilo del viejo oeste, mas fácil de abrir y cerrar, que ocupaba la mitad de
espacio. Por ultimo el cuarto de baño lo hice con azulejos de barro cocido, en
color blanco para las paredes y marrón para el suelo, plato de ducha de obra… y
en el suelo del baño con fragmentos de azulejos rotos, un pequeño mosaico que
yo mismo hice y que representa las fuerzas de los mares. Fue emprendiendo todas
estas obras para acomodar mi casa a mi más puro estilo cuando conocí a Claudia,
es cierto que ya habíamos coincidido en el ascensor y creo que en la cafetería
de la oficina alguna vez, pero ese día me fijé especialmente en ella. Estaba
haciendo la puertita para la cocina cuando alguien llamó al timbre de la casa,
cuando abrí, esperando encontrarme al albañil, cual fue mi sorpresa al
encontrarme a una hermosa mujer frente a mi, estatura media alta, casi tan alta
como yo, delgada, pelo castaño rubio, ojos marrones claro, piernas largas y
firmes… pude intuir que era buena bailarina, y no me equivoqué en eso… “¿es que
no piensas parar de hacer ruido tronco?, son las diez de la mañana y no me
dejas dormir” dijo Claudia con voz algo ronca y con cara de cansancio, yo la
verdad es que no sabía como reaccionar, primero por el hecho de que yo no me
esperaba verla a ella, y menos por que no me esperaba semejante reacción ni a
tan hermosa mujer, lo mas significativo fue que no me dejó ni contestarla, se
dio la vuelta se montó en el ascensor y se subió al piso de arriba, entró en su
casa y cerró la puerta. Esa mañana procuré no hacer mucho ruido con la obra,
que para cuando esto pasó ya estaba casi acabada, y así la dejaría dormir. Esa
misma noche a las once mas o menos, llamaron de nuevo a la puerta, una vez mas
era Claudia, esta vez con cara algo mas despejada, los ojos mas abiertos y
mejor tono de voz “solo quería pedirte disculpas… esto… yo… lo siento…esta
mañana fui un poco borde contigo, pero es que, llevas un par de semanas que no
paras, y bueno, que solo eso, que lo siento” he de reconocer que si me
sorprendió su aparición de por la mañana, esta lo hacía aún mas, pero con ello
me demostró que, a pesar de todo, hay gente que merece la pena, así que,
tragándome un poco la vergüenza le dije “bueno no te preocupes no pasa
nada, tal vez es cierto que me he pasado un poco, pero ya sabes lo que tienen
las obras, hacen ruido… esto... ¿sabes?, no conozco a nadie del bloque, y bueno
ya llevo aquí cinco años, mi nombre es Natanael ¿tú como te llamas?” fue
entonces cuando me dijo su nombre, Claudia, “pues si quieres Claudia cuando
acabe la obra y amueble de nuevo la casa pásate un día y tomamos café, así ves
el resultado que tantos dolores de cabeza te causa” y así fue, una vez acabada
la obra vino un día por casa a tomar café, la casa le encantó, y según
parece el café también, pues desde entonces solíamos quedar a menudo para
tomarlo, poco a poco nos fuimos conociendo, descubrimos que trabajábamos en el
mismo edificio, que nos gustaban las mismas cosas… cosas así, que hacen que dos
se dejen llevar. Estuvimos saliendo dos años, y antes de hacer los tres
decidimos dejarlo de mutuo acuerdo, la verdad es que… ahora ya no recuerdo el
por qué, pero, a veces la echaba de menos, y mas ahora, en estas fechas, en las
que recordaba que el año pasado ella vino conmigo al pueblo… “tengo que
llamarla y quedar con ella cuando vuelva a Madrid” pensé para mis adentros,
entonces mi sobrino Mario me llamó desde su cama “tío, tío, ¿te has despertado
ya? Despiértate tío vamos a jugar con la nieve” cuando me di la vuelta me los
encontré a los tres de pie en sus camas esperando a ver que decía… “bueno,
vamos, pero no hagáis ruido, no despertemos a nadie”.
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