jueves, 4 de octubre de 2012

Sumido En Pensamietos (IX)


      La nieve caía lentamente sobre el alféizar de la ventana de la habitación grande del segundo piso. Mis sobrinos dormían placidos tras la larga noche y  todo el día anterior, el viaje… yo sin embargo seguía despierto, me costó mucho dormir aquella noche, luego tuve un sueño poco profundo e intranquilo, y después, sobre las seis de la mañana nuevamente, me desperté y ya no conseguí dormir mas, pero esto era un hecho al cual me estaba acostumbrando últimamente. Sí, no podía parar de pensar, de recordar, de imaginar como serían hoy las cosas si Claudia y yo aun fuésemos novios. Aun recuerdo como la conocí, la verdad es que fue de una manera un tanto absurda, pero al final fue a resultar la mejor amiga que uno pueda tener. Durante muchos años trabajamos en el mismo edificio de oficinas sin saberlo, pero lo más curioso aun es que durante muchos años vivimos en el mismo edificio de viviendas sin tampoco saberlo, eso es algo muy común en Madrid, al cabo del día ves tanta gente que no siempre sabes a quien tienes a tu lado. Durante cinco años viví en un pisito alquilado, el cual no estaba nada mal, dos habitaciones, un cuarto de baño, salón independiente, cocina… toda ella a estrenar y con posibilidad de compra. Durante cinco años viví allí, en mi pequeña casa de las afueras de Madrid, de alquiler. Pasados los cinco años decidí comprar la casa y hacer un poco de reforma, pinté el salón de color ocre y lo adorné con las más inusuales cosas que me había traído de mis viajes por el mundo, en la entrada al salón quité la puerta y puse una cortina hecha a mano de lana de llama, la cual resultaba muy áspera al tacto pero allí quedaba perfecta,  puse unos silloncitos como de mimbre con almohadones y dos mecedoras de parecido material muy cómodas y que rodeaban una pequeña mesa de bambú decorada con una hermosa marquetería cuyo motivo era un hermoso atardecer en un bello paraje montañoso muy elaborado. Bajo la mesa de bambú puse unos cojincitos que compré en Granada de tipo árabes, y encima de la mesa, a un lado para que se viera el dibujo, una cachimba de tabaco de palma que me trajo mi amiga Ana de su viaje a Túnez. Las paredes de la habitación las pinté de color azul agua marina y el techo lo pinté de azul oscuro con motivos estelares, constelaciones y de mas, una cama de madera de estilo arcaico que me traje del pueblo ocupaba en centro y el fondo de la habitación, y a sus pies puse un baulcito también antiguo y que yo mismo restauré, pues estaba mugriento en el desván de la iglesia del pueblo y el cura lo iba a tirar. La puerta de la cocina la cambié por una que ocupase menos espacio, y planté en su lugar una al estilo del viejo oeste, mas fácil de abrir y cerrar, que ocupaba la mitad de espacio. Por ultimo el cuarto de baño lo hice con azulejos de barro cocido, en color blanco para las paredes y marrón para el suelo, plato de ducha de obra… y en el suelo del baño con fragmentos de azulejos rotos, un pequeño mosaico que yo mismo hice y que representa las fuerzas de los mares. Fue emprendiendo todas estas obras para acomodar mi casa a mi más puro estilo cuando conocí a Claudia, es cierto que ya habíamos coincidido en el ascensor y creo que en la cafetería de la oficina alguna vez, pero ese día me fijé especialmente en ella. Estaba haciendo la puertita para la cocina cuando alguien llamó al timbre de la casa, cuando abrí, esperando encontrarme al albañil, cual fue mi sorpresa al encontrarme a una hermosa mujer frente a mi, estatura media alta, casi tan alta como yo, delgada, pelo castaño rubio, ojos marrones claro, piernas largas y firmes… pude intuir que era buena bailarina, y no me equivoqué en eso… “¿es que no piensas parar de hacer ruido tronco?, son las diez de la mañana y no me dejas dormir” dijo Claudia con voz algo ronca y con cara de cansancio, yo la verdad es que no sabía como reaccionar, primero por el hecho de que yo no me esperaba verla a ella, y menos por que no me esperaba semejante reacción ni a tan hermosa mujer, lo mas significativo fue que no me dejó ni contestarla, se dio la vuelta se montó en el ascensor y se subió al piso de arriba, entró en su casa y cerró la puerta. Esa mañana procuré no hacer mucho ruido con la obra, que para cuando esto pasó ya estaba casi acabada, y así la dejaría dormir. Esa misma noche a las once mas o menos, llamaron de nuevo a la puerta, una vez mas era Claudia, esta vez con cara algo mas despejada, los ojos mas abiertos y mejor tono de voz “solo quería pedirte disculpas… esto… yo… lo siento…esta mañana fui un poco borde contigo, pero es que, llevas un par de semanas que no paras, y bueno, que solo eso, que lo siento” he de reconocer que si me sorprendió su aparición de por la mañana, esta lo hacía aún mas, pero con ello me demostró que, a pesar de todo, hay gente que merece la pena, así que, tragándome un poco la vergüenza  le dije “bueno no te preocupes no pasa nada, tal vez es cierto que me he pasado un poco, pero ya sabes lo que tienen las obras, hacen ruido… esto... ¿sabes?, no conozco a nadie del bloque, y bueno ya llevo aquí cinco años, mi nombre es Natanael ¿tú como te llamas?” fue entonces cuando me dijo su nombre, Claudia, “pues si quieres Claudia cuando acabe la obra y amueble de nuevo la casa pásate un día y tomamos café, así ves el resultado que tantos dolores de cabeza te causa” y así fue, una vez acabada la obra vino un día por casa  a tomar café, la casa le encantó, y según parece el café también, pues desde entonces solíamos quedar a menudo para tomarlo, poco a poco nos fuimos conociendo, descubrimos que trabajábamos en el mismo edificio, que nos gustaban las mismas cosas… cosas así, que hacen que dos se dejen llevar. Estuvimos saliendo dos años, y antes de hacer los tres decidimos dejarlo de mutuo acuerdo, la verdad es que… ahora ya no recuerdo el por qué, pero, a veces la echaba de menos, y mas ahora, en estas fechas, en las que recordaba que el año pasado ella vino conmigo al pueblo… “tengo que llamarla y quedar con ella cuando vuelva a Madrid” pensé para mis adentros, entonces mi sobrino Mario me llamó desde su cama “tío, tío, ¿te has despertado ya? Despiértate tío vamos a jugar con la nieve” cuando me di la vuelta me los encontré a los tres de pie en sus camas esperando a ver que decía… “bueno, vamos, pero no hagáis ruido, no despertemos a nadie”.

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