“Algo le pasa a Natanael, no se el qué pero algo
le pasa”, me desperté sobresaltada a eso de las tres de la madrugada, una
pesadilla muy rara me hizo saltar de la cama, y una extraña intuición, que
siempre me había acompañado, me indicaba que Natanael corría peligro o algo
malo le estaba ocurriendo, me fui tan rápido como pude a la cocina y me asomé a
la ventana de la terracita, desde la que se veía la terraza de la cocina de
Natanael, un piso mas abajo. Todo parecía en orden, su terraza y la ventana de
su cuarto, ambas orientadas hacia el patio interior, estaban apagadas, por un
instante me calmé, “sólo ha sido una pesadilla, estas muy cansada Claudia, no
te preocupes” me dije a mi misma. En ese mismo instante se encendió la luz de
la habitación de Natanael, pude ver su sombra correr hacia la puerta de la
habitación, supuse que iría hacia el salón, por la ventana de la cocina pude
ver la claridad de la luz de su salón, entonces volví a sobresaltarme, no supe
que hacer, por un momento el miedo me paralizó, algo le pasaba, pero el qué,
qué debía hacer. Me dirigí hacia el salón y cogí el teléfono, empecé a marcar
pero colgué. Nerviosa me encendí un cigarro, le di dos caladas y corrí hacía mi
habitación, me puse la bata, las zapatillas, cogí las llaves y bajé corriendo a
casa de Natanael. Ya en su puerta dudé entre llamar al timbre o usar mejor los
nudillos, opté por lo segundo dadas las horas que eran. Llamé, nada. Volví
a llamar, esta vez con más fuerza, pero de la casa de Natanael no salía
ruido alguno. Empecé a ponerme nerviosa, llamé por tercera vez, esta vez con el
puño. Con cara de asustado y con la respiración entrecortada Natanael
abrió la puerta, despacio, hasta que vio que la que la llamaba era yo. Me miró
con cara de asombro, alegría, extrañeza y algo de nerviosismo. Lo miré yo
también de arriba abajo, estaba pálido, el pulso le temblaba, los ojos los
tenía rojos e irritados y su cara con expresión enfermiza. “¿Qué te ocurre,
estás bien?” dije a media voz y con gran nerviosismo “No... no lo sé, no sé,
no... yo...” Natanael estaba confuso, la voz le temblaba, y su respiración era
fatigada, “Entra dentro Natanael, vamos, cuéntame qué es lo que pasa” nos
sentamos en el sillón, yo lo miraba preocupada, poco a poco se fue calmando, le
fue volviendo el color a la cara. Me encendí un cigarro y le ofrecí otro a él,
después me fui a la cocina y preparé té, Natanael tenía un exquisito té que le
trajo un amigo que estuvo en la india, y me pareció mejor un té que tomar café,
aunque sea un estimulante de igual modo. “Natanael, no me puedo creer lo que me
cuentas, en serio, quiero decir, te creo, de hecho algo así me ha pasado a mi,
que me he bajado corriendo desde mi casa a la tuya, pero es que esto es todo
tan raro, en serio, no sé... ¿Crees que puede tener algo de relación con la
extraña mujer? No sé... tal vez debas ir al medico, a lo mejor lo que te ha
pasado hoy ha sido un infarto o algo así y si ha sido eso… quién sabe si esa
criatura que dices ver no es fruto de...” “No estoy loco Claudia, ¿vale? no lo
estoy” me cortó él rápidamente, de forma tajante y con tono severo “Natanael,
ya se que no estas loco, acabo de decirte que te creo ¿o es que no me has oído?
Pero a lo mejor tienes algo que te causa esos sueños, además, aparte de eso, si
lo que te ha dado ha sido un infarto tienes que ir al medico y tratarte de
inmediato ¿vale? No digo que estés loco, sólo quiero que estés bien, ya sabes
que te quiero” dije, al principio en tono calmado, pero después con todo mi
sentimiento e intentando no llorar. La idea de perderle me hacía estremecerme,
y a pesar de no estar ya juntos, no podía evitar quererle. Y aunque fui
yo quien decidió que debíamos dejarlo, aún a veces creo que sigo amándole
“Prométeme que irás al medico, por favor Natanael, prométemelo, yo te acompaño
si quieres, pero por favor, cielo...” me callé de pronto al decir la ultima
palabra, y me sorprendí al oírme decírselo de nuevo. Me ruboricé al ver que él levantó
la mirada y en sus ojos pude ver el brillo que antaño compartíamos. “Te lo
prometo Claudia, de verdad, te lo prometo” Algo pasó en aquel instante, su voz,
suave y tranquilizadora me invadió por completo, devolviéndome a aquellos años
en que fuimos novios. En sus ojos, que habían estado apagados desde que
empezara a ver al espectro, volví a ver el brillo del que me había enamorado…
me percaté entonces de que nos mirábamos a los ojos sin parpadear, fijos los
del uno en los de la otra, un escalofrío me recorrió la espalda, apartando la
vista tomé un vaso y me serví té. “No te preocupes Claudia, a mi aún a veces
también me pasa” dijo Natanael calmadamente y sorbió té de su vasito. “Bueno he
de irme, sólo queda una hora para ir a trabajar y yo tengo que arreglarme, si
quieres...” “Sí, espérame en el portal por favor” y dándome un beso en la
frente se despidió de mi. Una vez mas Natanael me había sorprendido, pareció
como si, por dos veces, me leyera la mente, llegué a casa y me metí en la
ducha, “Que noche mas rara” pensé, y dejé caer el agua por mi cuerpo durante un
rato, para despejarme. A pesar de llevar casi toda la noche en pie no parecía
estar cansada, pero de todos modos antes de salir me tomaría un café bien
cargado.
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