Los días después de la muerte de Claudia fueron
extraños, aún me ahogan las lágrimas que no supe dejar escapar en aquellos días
que viví como fuera de mi. Recuerdo que pasé un rato abrazado a ella antes de
volver a dejarla en la cama y llamar a alguien. Después mis hermanas llegaron y
me llevaron con ellas a una cafetería mientras los padres de Claudia, a quienes
no veía desde hacía mucho, se hacían cargo del duro papeleo de la funeraria y
se despedían del inerte cuerpo de su única hija. En el tanatorio no me supe
mover de su lado, aun que en cierto modo no logré ser consciente de lo sucedido
hasta el día siguiente cuando, en el cementerio de la Almudena de Madrid, fue
enterrada. Las lágrimas caían de todos los ojos, menos de los míos que, con el
mirar perdido, estaban mucho mas lejos de lo que cupiera esperar de mi. Creo
que fui consciente de todo una vez hube escuchado el golpe de la tierra chocar
contra la caja en que yacía Claudia, o lo que hubo sido ella. Al llegar ese
sonido sordo a mis oídos algo en mi interior se estremeció, la lluvia empezó a
caer, hasta el clima quiso unirse a aquel luto, una vez hubieron acabado los
sepultureros su trabajo tomé un puñado de tierra y lo dejé caer, no se muy bien
por que lo hice, porque a decir verdad, lo que en verdad quería, era lanzarme
sobre la tierra que la cubría y sacarla de allí, pero ya... de nada
serviría...ahora ese era el lugar de su descanso. Ya nada podía hacer. Ya lo
había hecho ella todo por mí y allí estaba yo, solo, en compañía, pero solo,
frente a la tumba de la única mujer que he amado, sin poder dejar a mi corazón
llorar, pues se había helado. “Natanael, ten, esto es para ti, ella lo dejó
guardado en esta caja y lleva tu nombre, creo que debes quedártelo” Laura, la
madre de Claudia, estaba a mi lado, con unas enormes gafas de sol y una cajita
de madera entre sus manos, las lágrimas habían dejado su huella en su rostro
que se veía afectado por el llanto... “Jamás pensé que fuese a ser ella quien
estrenara la sepultura familiar sabes” dijo mientras rompía a llorar de nuevo,
“¿Por qué ella... por qué?” yo era incapaz de articular palabra alguna, Laura
se desmoronaba ante mi, y yo... yo no era capaz de hacer nada. La abracé y sus
lágrimas manaron con mayor fuerza “Ten la caja hijo, perdóname, han sido dos
días muy duros, al igual que para ti supongo, tenla y descansa, nos veremos
pronto, hemos de ir a su casa a por sus cosas.” En la vida he sentido
tanto dolor en una voz como el que sentí en la de Laura y en la vida he visto a
una persona llevar el dolor con tanta entereza como en aquella mujer. Ante lo
que yo me hubiera huido ella mostró la mayor valentía y sensatez, supo estar a
la altura de las circunstancias. Ella, que la dio la vida, ella que la acompañó
siempre, ella, que, ahora, la dejaba en una fría tumba... y aun así, aun llena
de dolor, no la falló, sino que la enterró con el mismo amor con que la dio al
mundo... y con mas dolor que en aquella ocasión.
***
Cuando llegué a casa nada parecía
haber cambiado desde aquella noche en que subí a casa de Claudia a cenar.
Después de la cena, ella se retiró a su habitación mientras que yo me quedé
lavando los platos de la cena. Fue un instante, una vez hube terminado me
acerqué a su habitación para darla un beso de buenas noches, pero ya fue tarde,
ella había llegado primero y la arrebató de mis manos por no poder arrebatarme
a mi de las suyas. El forense dijo que la causa de la muerte fue un aneurisma
en la cabeza y que de todos modos no se podía hacer nada. “Siempre hay una causa
medica” me dije en alto a mi mismo, “pero tú sabes por qué lo hizo”.
No sé cuanto tiempo estuve
allí de pie en medio de mi salón mirando el lugar donde se sentó por
ultima vez, no sé cuantas cosas se me pasaron por la cabeza, no sé por qué,
pero no quería moverme de allí, mi corazón cada vez se sentía más y más
ahogado, mi garganta quería gritar, y mis ojos llorar, pero no podía. “¿Por que
lo hiciste?” “Ella me lo pidió, sólo cumplí con lo que me dijo” me di la vuelta
bruscamente al oír una voz tras de mi, pero no vi a nadie “No lo intentes, no
vas a verme, Claudia me lo ha prohibido, pero ya que has preguntado…” su
voz sonaba burlona, ciertamente se estaba regodeando de lo sucedido. La ira
afloraba a cada poro de mi piel en cada instante “No te enojes, yo sólo hice mi
trabajo, fuiste tú el que la llevó a la tumba, fue el amor que por ti sentía el
que la llevó a tomar la decisión, tú me amaste y anhelaste poseerme y fui yo
quien te poseyó a ti. Vestida de lo que mas querías me transformé para ti en un
sueño, y tú preferiste soñar y mientras soñabas en tu jaula a ella la vida se
le fue y acabó por marchar” la culpa calló sobre mí, y la pena se hizo con mi
cuerpo, mientras ella reía y seguía disfrutando de mi lenta agonía “ Ingenua,
pobre muchacha, dar lo mejor de sí misma y aún con eso disfruto de tu pena, me
hincho con tu desgracia, y ella ya no está aquí para sacarte” su tono sonaba
cada vez más grotesco, su voz mas desdeñada. Mi corazón latía lleno de rabia,
mis puños se apretaron hasta el punto de clavarme las uñas, mi sangre fluía a
mayor velocidad que nunca entonces, me desmayé.
Horas después desperté sin saber que
había pasado, la tarde estaba ya entrada y la penumbra vestía mi hogar, me
incorporé, miré a mi alrededor, estaba un poco desconcertado, no era capaz de
saber cuanto tiempo había pasado allí tirado en el suelo, ni siquiera sabía si
seguía en el mismo día o no. Fui al baño y me lavé la cara para espabilarme un
poco.
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